- benedictinas
- 09/11/2025
- 12:31
DEDICACIÓN BASÍLICA DE LETRÁN (EVANGELIO: Jn 2, 13-22)
13 Se acercaba la Pascua de los judíos, y Jesús subió a Jerusalén.
14 Encontró en el templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas sentados.
15 Haciendo un azote de cuerdas, los echó a todos del templo, ovejas y bueyes; desparramó las monedas de los cambistas y volcó las mesas;
16 y dijo a los que vendían palomas: “Quitad esto de aquí; no hagáis de la casa de mi Padre una casa de mercado”.
17 Sus discípulos se acordaron de que está escrito: “El celo por tu casa me devora.”
18 Entonces los judíos intervinieron y le dijeron: “¿Qué signo nos muestras para obrar así?”
19 Jesús les respondió: “Destruid este templo, y en tres días lo levantaré.”
20 Los judíos replicaron: “Cuarenta y seis años ha costado construir este templo, ¿y tú lo vas a levantar en tres días?”
21 Pero él hablaba del templo de su cuerpo.
22 Por eso, cuando resucitó de entre los muertos, sus discípulos se acordaron de que lo había dicho, y creyeron en la Escritura y en la palabra que había dicho Jesús.
COMENTARIO
El texto leído es muy vivo. Hay muchos comerciantes con sus puestos. Sus actividades eran, ciertamente, necesarias porque posibilitaban adquirir animales para el sacrificio y el cambio de moneda extranjera por la moneda válida en Jerusalén.
¿Por qué se enfadaría tanto Jesús con ellos?
Hay mucho barullo, hay escondido mucho fraude y el Templo se ha convertido en un mercado.
¡Qué fraude! Un lugar sagrado es un espacio de ganancia económica. Dios está al mismo nivel e, incluso, por debajo del dinero.
Por eso hay que destruir el templo. Ya solo es Jesús el verdadero lugar de encuentro con Dios, el único acceso al Padre.
¿En nuestra vida? Todo, incluso realidades muy importantes como la enfermedad o la muerte, han de estar por debajo de la grandeza de la presencia de Dios.
(Sor Ernestina)
