- benedictinas
- 27/07/2025
- 10:20
¡Dios!
Dicen que eres mi Padre
y que ¡Padre! pronuncie cuando a ti me dirija.
Mi oración es una palabra: ¡papá!
El silencio se hace.
La presencia de Dios envuelve a su hija.
Padre,
he conocido tu nombre:
tu amor callado y silente ha salvado mi vida.
Que todos conozcan quién eres:
el que sacia en el hombre la sed que le habita.
Padre,
tu Reino es derroche de amor
que el pobre acoge en su mochila vacía.
Hazme pobre, ¡papá!
Sin tu amor no tiene sentido la vida.
Padre,
¿qué quieres?
Tu voluntad es la mía.
Padre,
dame alimento.
Necesito un poco de pan cada día.
Y quita, papá, mi hambre de “cosas”;
embotan mi mente y mi paso complican.
¡Padre!
¡Perdón! ¡He pecado!
He preferido gozar con la “nada” a tu dicha.
“¡Perdón! ¡He pecado!”:
una y mil veces, en mí, repetía.
No levantaba los ojos del suelo.
Mas tu paz iba llenando el silencio y
¡por fin! mi corazón sonreía.
Que a mi hermano perdone
si acaso me hiciera una herida.
Padre,
tentada he vivido a dejar tu morada y
marchar por caminos inciertos.
Me he rebelado ante ti.
La noche era inmensa y llena de ira.
Ahora te he conocido: Dios-Padre-Bueno.
Líbrame deestehorror.
A tu lado quiero vivir
con un corazón de piedra, tal vez;
pero… ¡de rodillas!
(Sor Rosa)

