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Hay una gran crisis en el grupo que sigue a Jesús. Muchos están respondiendo a su llamada: llevan tiempo con él y están queriendo ser sus discípulos. Pero ahora no pueden aceptar su lenguaje, sus afirmaciones como Pan de vida bajado del cielo diciendo que se debe comer su carne y beber su sangre como verdadera comida y bebida.

Siempre ha habido personas que abandonan el seguimiento del Señor.

En este momento Jesús sufre una crisis de desaliento y soledad y se arriesga a dirigirse a los doce con una pregunta: ¿También vosotros queréis iros?

Esta pregunta va dirigida a todos nosotros y hemos de dar una respuesta personal que nadie puede dar en nuestro lugar.

Pedro se queda impactado y en silencio. Las palabras de su maestro son duras; ¿quién puede hacerle caso? Y empieza a reflexionar: Recuerda su vida anterior tranquila, pescando en el lago, con su mujer a su lado, con su suegra a la que tanto quería y decide volverse. Prepara las maletas. Ya las tiene medio hechas y, de pronto, le viene una luz: pero ¿existir solo para sobrevivir? Esa vida de antes ya la conozco y no estaba satisfecho… Entonces, se vuelve a Jesús y le dice: No, yo no me voy; yo no te dejo.

(Sor Ernestina)

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