- benedictinas
- 03/11/2024
- 11:07
EVANGELIO DE HOY, DOMINGO XXXI – B
En aquel tiempo, un escriba se acercó a Jesús y le preguntó: «¿Qué mandamiento es el primero de todos?»
Respondió Jesús: «El primero es: «Escucha, Israel, el Señor, nuestro Dios, es el único Señor: amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu ser.» El segundo es éste: «Amarás a tu prójimo como a ti mismo.» No hay mandamiento mayor que éstos.»
El escriba replicó: «Muy bien, Maestro, tienes razón cuando dices que el Señor es uno solo y no hay otro fuera de él; y que amarlo con todo el corazón, con todo el entendimiento y con todo el ser, y amar al prójimo como a uno mismo vale más que todos los holocaustos y sacrificios.»
Jesús, viendo que había respondido sensatamente, le dijo: «No estás lejos del reino de Dios.» Y nadie se atrevió a hacerle más preguntas ( Mc 12,28b-34).
COMENTARIO
Nos podemos poner en el contexto del evangelio: Jesús acaba de tener una fuerte confrontación con los saduceos referente a la resurrección. Entonces, se le acerca un escriba. Estas personas eran consideradas poseedoras de todo el saber religioso. Eran los grandes doctores de la Ley y enemigos de Jesús. Pero aquí aparece un simpatizante.
Todos los grupos religiosos tienen una dimensión ética y opinan en cuanto a las normas y reglas que se han de cumplir. Los judíos tenían muchos mandamientos. Pero no se ponían de acuerdo las diferentes escuelas en cuál era el principal.
Por eso, el escriba le presenta esta difícil pregunta a Jesús: ¿Cuál es el mandamiento principal de la Ley? La respuesta es muy clara: el amor a Dios y a los hombres. Es lo mismo; es decir, el amor a Dios hecho realidad concreta en el amor a los demás.
Y, ante esta respuesta, el escriba manifiesta una sorprendente perfección espiritual de la verdad. Le falta, sin embargo, una cosa: ver en Jesús la presencia del Reino de Dios.
Deberíamos, también, nosotros revisar si en nuestra vida personal y social hay alguna norma, alguna regla, alguna disposición que pasa por encima de la caridad.
(Sor Ernestina)