- benedictinas
- 16/03/2025
- 10:35
EVANGELIO – DOMINGO II CUARESMA – C
En aquel tiempo, Jesús cogió a Pedro, a Juan y a Santiago y subió a lo alto de la montaña, para orar. Y, mientras oraba, el aspecto de su rostro cambió, sus vestidos brillaban de blancos. De repente, dos hombres conversaban con él: eran Moisés y Elías, que, apareciendo con gloria, hablaban de su muerte, que iba a consumar en Jerusalén. Pedro y sus compañeros se caían de sueño; y, espabilándose, vieron su gloria y a los dos hombres que estaban con él.
Mientras éstos se alejaban, dijo Pedro a Jesús: «Maestro, qué bien se está aquí. Haremos tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.» No sabía lo que decía.
Todavía estaba hablando, cuando llegó una nube que los cubrió. Se asustaron al entrar en la nube. Una voz desde la nube decía: «Éste es mi Hijo, el escogido, escuchadle.»
Cuando sonó la voz, se encontró Jesús solo. Ellos guardaron silencio y, por el momento, no contaron a nadie nada de lo que habían visto (Lc 9,28b-36).
COMENTARIO
Vemos un escenario enigmático que nos invita a discernir. ¿Qué mensaje nos querrá transmitir?
Es un texto de una nueva revelación para Jesús. Sube al monte a orar y se encuentra con Moisés y Elías que le dicen que tiene que ir a Jerusalén. Le cambian los planes. Los discípulos desean prolongar su estancia en el monte. ¿Por qué no quedarse en una tienda tranquilos?
También nosotros nos hacemos esta pregunta: ¿Dónde debemos estar? Pues, si seguimos a Jesús, debemos estar donde está él.
Y Jesús desciende al encuentro de una humanidad que sufre, va por los terrenos pedregosos del ser humano, acompañando su dolor, su enfermedad, su violencia, sus desencuentros.
Toda nuestra vida es un viaje. Tenemos que movernos. No podemos quedarnos estáticos instalados en una tienda a descansar.
Tenemos que bajar y trabajar con Jesús en su obra redentora, formar parte de los viñadores de nuestro Padre.
(Sor Ernestina)