- benedictinas
- 26/01/2025
- 11:31
EVANGELIO – DOMINGO III – C
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En aquel tiempo, Jesús volvió a Galilea con la fuerza del Espíritu; y su fama se extendió por toda la comarca. Enseñaba en las sinagogas, y todos lo alababan.
Fue a Nazaret, donde se había criado, entró en la sinagoga, como era su costumbre los sábados, y se puso en pie para hacer la lectura. Le entregaron el rollo del profeta Isaías y, desenrollándolo, encontró el pasaje donde estaba escrito:
«El Espíritu del Señor está sobre mí,
porque él me ha ungido.
Me ha enviado a evangelizar a los pobres,
a proclamar a los cautivos la libertad,
y a los ciegos, la vista;
a poner en libertad a los oprimidos;
a proclamar el año de gracia del Señor».
Y, enrollando el rollo y devolviéndolo al que lo ayudaba, se sentó. Toda la sinagoga tenía los ojos clavados en él.
Y él comenzó a decirles:
«Hoy se ha cumplido esta Escritura que acabáis de oír» (Lc 1,1-4;4,14-21).
COMENTARIO
Jesús acaba de ser bautizado y ha salido del lugar de las tentaciones y comienza su viaje. Destaca por su capacidad de comunicarse con la gente, por su simpatía juvenil y, sobre todo, por su mensaje. El dice: «El Reino de Dios está aquí». Toda encuesta política le da el voto. Acude a la sinagoga; es el primer acto de su actividad misionera. Cuando termina la lectura, dice unas palabras que asombran: «Hoy se ha cumplido esta Escritura que acabáis de oír». Quedan todos impresionados. ¿Por qué? Porque reivindica para sí las antiguas palabras del profeta Isaías como su propia declaración de misión. Este fue el motivo, ahora lo sabemos, por el que descendió el Espíritu Santo en su bautismo para capacitarlo para llevar la buena noticia a los pobres y proclamar el año de gracia del Señor.
¿Por qué fueron escandalosas estas palabras? Porque Jesús puso rostro humano al Reino de Dios. La Escritura se hizo carne; y la idea del Reino de Dios dejó de ser idea y se transformó en carne, en una persona.
Ya la humanidad no volverá a ser la misma.
(Sor Ernestina)