- benedictinas
- 12/05/2024
- 10:48
Jesús se despide de sus amigos y les propone una misión: «Id al mundo entero y proclamad el evangelio» (Mc 16,15).
¿Qué les pareció este encargo a los discípulos? El texto no nos dice nada; pero, probablemente, no les cayó muy bien. Es una misión fuerte y, ante este tipo de mandatos, lo normal es huir, rebelarse, desobedecer. Es lo que nos pasa también a nosotros cuando nos enfrentamos a algo que nos supera. Ellos tuvieron que vencer dos grandes pruebas y tentaciones: el miedo y la comodidad. Y salir de sí mismos e ir más allá; en definitiva, mirar al cielo.
También a nosotros se dirige hoy esta misión: evangelizar. Y nos parece difícil, pero es muy sencillo: simplemente presentar a Cristo como el único Salvador. Es una gran responsabilidad personal y comunitaria. Y, para cumplirlo, hay que mantener fija la mirada en Jesús, sin centrarnos nunca en las dificultades. Y así nos podrán dar el título de ganadores de almas.
(Sor Ernestina)