- benedictinas
- 23/03/2025
- 10:33
EVANGELIO – DOMINGO III DE ADVIENTO – C
En una ocasión, se presentaron algunos a contar a Jesús lo de los galileos cuya sangre vertió Pilato con la de los sacrificios que ofrecían.
Jesús les contestó: «¿Pensáis que esos galileos eran más pecadores que los demás galileos, porque acabaron así? Os digo que no; y, si no os convertís, todos pereceréis lo mismo. Y aquellos dieciocho que murieron aplastados por la torre de Siloé, ¿pensáis que eran más culpables que los demás habitantes de Jerusalén? Os digo que no; y, si no os convertís, todos pereceréis de la misma manera.»
Y les dijo esta parábola: «Uno tenía una higuera plantada en su viña, y fue a buscar fruto en ella, y no lo encontró. Dijo entonces al viñador: «Ya ves: tres años llevo viniendo a buscar fruto en esta higuera, y no lo encuentro. Córtala. ¿Para qué va a ocupar terreno en balde?» Pero el viñador contestó: «Señor, déjala todavía este año; yo cavaré alrededor y le echaré estiércol, a ver si da fruto. Si no, la cortas»» (Lc 13,1-9).
COMENTARIO
Todavía estamos a punto de convertirnos. Todavía hay esperanza.
Esa viña es nuestra vida. Nosotros, el jardinero. Tenemos que ser responsables de nuestra salvación. El que cuida la viña no puede dejarla a su suerte. Tiene que mover la tierra, abonarla. Todavía hay esperanza.
El encargado de la viña suplica para que haya un tiempo de gracia; que espere abonada la tierra.
Dios espera fruto; y el fruto que damos es lo que expresa la persona que somos.
Si verdaderamente Jesús es el centro de nuestra vida, esto tiene que manifestarse. Ahora bien, ¿qué fruto busca Dios? Lógicamente, el fruto del Espíritu Santo: el amor, la alegría y la paz.
Y ¿hasta cuándo tenemos tiempo? No lo sabemos. La parábola no nos lo dice. No sabemos si el señor aceptó la oferta del jardinero. Por eso, tenemos que asegurar «hoy» nuestra propia conversión.
(Sor Ernestina)