GOZO, PAZ…

Jesús y su familia viven todos los rituales judíos: acuden al Templo para presentar al Niño mediante la ofrenda de los pobres. Y allí se encuentran con un hombre ya anciano, Simeón. El Espíritu Santo le había conducido allí en aquel momento. Era un hombre con un gran deseo de salvación y sanación. Pero, qué difícil le había resultado esperar. Sin embargo, había perseverado en su deseo con esperanza. Y, de pronto, lo ve cumplido: en ese momento y en ese Niño. ¡Qué bien! que no faltó.

También Ana estaba allí, una mujer extraordinaria. Había conocido el dolor de la viudez, pero esto no la había vuelto amargada ni resentida ni había perdido la esperanza. Y toda su vida era una constante oración y alabanza a Dios.

Lo importante de ambos es que han sabido reconocer, en ese Niño, al Mesías; y hablar de él a todos.

Leyendo este texto quedan resonando esas palabras que se desprenden: gozo y paz; agradecimiento, anuncio; y, sobre todo, cumplimiento de sueños.

(Sor Ernestina)

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