«ESCUCHADLO»

La escena de la transfiguración (Mc 9, 2-10) es grandiosa y muy simbólica: el rostro de Jesús resplandece y los vestidos se vuelven de un blanco deslumbrante. El misterio que le envuelve es tan grande que provoca un miedo reverencial en quienes lo observan.

Jesús conoce muy bien a sus amigos y sabían que no iban a entender el anuncio de su pasión y quiere alentarles manifestándoles su divinidad, el fin glorioso de su muerte en la cruz. Quiere que comprendan que él les cuida para que experimenten la alegría y el final feliz de todo.

La transfiguración no fue una luz resplandeciente que brilló en Jesús viniendo desde fuera. Significó, sí, un cambio externo, pero le vino del interior, de su relación con el Padre. Jesús es el Hijo amado del Padre. Ésta fue la experiencia central de toda su vida y nos invita a reproducir esta misma experiencia en la nuestra.

Mensaje para nosotros: «Escuchadlo». Descubrir la lógica de su misterio pascual haciendo de nuestra propia vida una entrega generosa. Es decir, perder la vida para ser feliz.

Y, ahora, una pregunta: ¿Qué experiencia tienes de transfiguración, es decir, de irradiar luz divina no cuando estás en oración privada, sino en ese momento del día a día y, a veces, difícil, eso que tanto te cuesta?

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