- benedictinas
- 23/02/2025
- 10:38
EVANGELIO DEL DOMINGO VII – C
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «A los que me escucháis os digo: Amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os odian, bendecid a los que os maldicen, orad por los que os injurian. Al que te pegue en una mejilla, preséntale la otra; al que te quite la capa, déjale también la túnica. A quien te pide, dale; al que se lleve lo tuyo, no se lo reclames. Tratad a los demás como queréis que ellos os traten. Pues, si amáis sólo a los que os aman, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores aman a los que los aman. Y si hacéis bien sólo a los que os hacen bien, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores lo hacen. Y si prestáis sólo cuando esperáis cobrar, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores prestan a otros pecadores, con intención de cobrárselo. ¡No! Amad a vuestros enemigos, haced el bien y prestad sin esperar nada; tendréis un gran premio y seréis hijos del Altísimo, que es bueno con los malvados y desagradecidos. Sed compasivos como vuestro Padre es compasivo; no juzguéis, y no seréis juzgados; no condenéis, y no seréis condenados; perdonad, y seréis perdonados; dad, y se os dará: os verterán una medida generosa, colmada, remecida, rebosante. La medida que uséis, la usarán con vosotros» (Lc 6,27-38).
COMENTARIO
Este evangelio se podría titular «El mundo al revés».
Nos dice que ser cristiano tiene implicaciones para la vida y que no siempre es fácil.
La base del comportamiento de las bienaventuranzas es nuestra filiación divina. De nuestro Padre misericordioso brota esta capacidad de actuar, de amar. Si descubrimos este amor donado, podemos también nosotros amar sin límite y hacer cosas extraordinarias. Ahí está nuestra identidad. Y, entonces, podemos amar a ese que está siempre «a pillarnos», a ese que está contra nosotros y sacándonos faltas; a ese que siempre lleva la contraria.
Este sueño de Dios para su familia, que nos amemos de verdad, no es una idea abstracta. Se hizo realidad en Jesús que murió por cada uno de nosotros.
El mundo no reconoce nuestras palabras cuando le hablamos de Dios, no le interesan nuestras ceremonias; queda extrañado cuando ve «nuestro hábito». El mundo solo reconoce la forma en que vivimos: en la capacidad de amarnos, de servirnos mutuamente y perdonarnos. Todo lo demás les resbala.
(Sor Ernestina)
Ciudad Redonda
Quiénes somos
El evangelio de hoy
El evangelio de mañana
El evangelio del Domingo
Calendario lecturas
Secciones
Comunidad
© Copyright Ciudad Redonda 1998-2024 – Desarrollado por ADISIC
Política de privacidad | Política de cookies | Manage Consent | Aviso legal