¿CÓMO DEBO ACTUAR?

A Juan, le hace la gente una pregunta muy interesante: «¿Qué debemos hacer?». Expresa, claramente, su deseo de mejorar, deseo de conversión.

Sin embargo, la pregunta está mal dirigida. El sentido y responsabilidad de nuestra vida nos corresponde, exclusivamente, a cada uno. La vida se nos da; pero no se nos da hecha. Nuestras opciones concretas son las que nos van definiendo. Y es a nuestro ser a quien debemos dar principalmente cuenta de nuestra vida.

La pregunta es interesante; no se trata de investigar cómo debo orar o en qué debo meditar o en qué debo contemplar o qué teología debo estudiar. Se trata de cómo debo actuar, qué acciones concretas debo realizar.

Debe ser esto tan importante, lo de la acción, que la pregunta, en texto tan breve, se repite obsesivamente tres veces. Y, a demás, proviene de gente muy diferente: personas sencillas del pueblo, los publicanos y los soldados.

Pudiera ser que, únicamente, la acción es la que da garantía que vivimos unidos a Jesús y que llevamos una vida evangélica. Sí; en las acciones concretas nos lo jugamos todo: o edificamos o somos motivo de escándalo.

(Sor Ernestina)

EVANGELIO: DOMINGO III ADVIENTO – C

En aquel tiempo, la gente preguntaba a Juan:
«¿Entonces, qué debemos hacer?»
Él contestaba:
«El que tenga dos túnicas, que comparta con el que no tiene; y el que tenga comida, haga lo mismo».
Vinieron también a bautizarse unos publicanos y le preguntaron:
«Maestro, ¿qué debemos hacemos nosotros?»
Él les contestó:
«No exijáis más de lo establecido».
Unos soldados igualmente le preguntaban:
«Y nosotros, ¿qué debemos hacer nosotros?»
Él les contestó:
«No hagáis extorsión ni os aprovechéis de nadie con falsas denuncias, sino contentaos con la paga».
Como el pueblo estaba expectante, y todos se preguntaban en su interior sobre Juan si no sería el Mesías, Juan les respondió dirigiéndose a todos:
«Yo os bautizo con agua; pero viene el que es más fuerte que yo, a quien no merezco desatarle la correa de sus sandalias. Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego; en su mano tiene el bieldo para aventar su parva, reunir su trigo en el granero y quemar la paja en una hoguera que no se apaga».
Con estas y otras muchas exhortaciones, anunciaba al pueblo el Evangelio
(Lc 3,10-18).

Palabra del Señor

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